(Level Plane, 2008)
Como era de esperar, tenían que ser los malditos japoneses quienes vinieran a arrearle una certera patada a la escena doom internacional. Una escena, dicho sea de paso, que ya comenzaba a mostrar los primeros síntomas de adocenamiento y autocomplacencia, y que en los últimos años se ha desvelado como una estupenda lanzadera de la que han salido numerosas y originales propuestas en lo que a música extrema se refiere. Birushanah se confirman ahora como la enésima banda japonesa que llega para revolucionar el panorama musical del momento.
El grupo se forma en 2002 y ese mismo año ve la luz su primer disco ("Touta"), publicado por S.M.D. Records, y que aún no he tenido la ocasión de escuchar, aunque lo haré pronto. Posteriormente, se producirían cambios en la formación, entrando el bajista de Corrupted y abandonando los dos miembros de la banda australiana Dad They Broke Me, que habían tomado parte en la grabación del primer álbum. Es en abril de este mismo año cuando sale a la calle su primer disco largo, "Akai Yami".
Entonces, ¿qué tiene de novedoso este álbum que justifique el primer párrafo de esta reseña?
El hecho de que fusionen con éxito el sludge y el doom con la música tradicional japonesa tiene que ver con eso, ya que les convierte en una banda bizarra y poco convencional dentro de la escena metálica. Esa combinación, que escrita sobre el papel resulta atractiva, se convierte en aplastante y excitante cuando se reproduce en disco compacto. "Akai Yami" son sólo tres canciones, pero como mandan los cánones del doom, dos de ellas duran 18 y 20 minutos. La pista restante, 'Jyodo', es una pequeña introducción de poco más de 2 minutos de música folclórica ambiental nipona. El segundo tema, homónimo, se abre también de la misma manera, usando elementos tradicionales (percusión, cuerda, voces) de forma pausada y sostenida. Sin embargo, transcurridos cinco minutos, se produce la erupción espontánea de la demoledora percusión, que pronto se adueña del espacio a base de machacar una y otra vez esos permanentes ritmos perturbados. Baste para ilustrar este sonido pesado y machacón el hecho de que en "Akai Yami" suena guitarra, no un bajo sino dos y tres (!) baterías tocando a la vez, además de los desgarrados alaridos vocales. Teniendo esto en mente, uno puede llegar a formarse en la cabeza una ligera idea de la magnitud de tan apabullante despliegue. Por supuesto, dentro de esta pesada masa de sludge/doom es la percusión la que se apodera del rol protagonista, relegando a los demás instrumentos el papel de engrosar más aún el sonido. "Kairai" no difiere demasiado y sigue esa línea de doom desquiciado y tribal, desesperadamente pesado y bizarro. Los cambios de ritmo se suceden de forma continua igual que lo hacían en en la pista anterior, y tanto batería como percusionistas alteran constantemente la estructura, la velocidad y la frecuencia, mientras la voz escupe agónicos alaridos en japonés. Los momentos más densos y pesados se suceden exitosamente con otros de atmósfera más distendida dominados por instrumentos acústicos o incluso por el llanto de un bebé.
En conjunto, "Akai Yami" es extraordinario por varias razones. Por un lado, es enormemente heterogéneo y fluye con asombrosa facilidad. Sus dos pistas son largas pero muy dinámicas y cambiantes, repletas de giros y cambios bruscos de velocidad e intensidad, llevándoles de pasajes repetitivos o pausados a otros caóticos y desquiciados. Virtud que les separa de multitud de bandas doom, frecuentemente espartanas y muy proclives al adormecimiento. Por otra parte, su baza más importante, la fusión coherente y acertada del metal más pesado y denso con rasgos característicos del folclore y la música tradicional japonesa, que añade de forma natural la inclusión de extraños instrumentos autóctonos. En suma, una serie de cualidades que dan como resultado una muy recomendable propuesta musical: pesada y brutal, camaleónica y caótica, y ciertamente novedosa.
Por ahí ya andan calificando a "Akai Yami" como uno de los mejores discos de metal del 2008 y desde luego no andan desencaminados. Por crudeza, salvajismo y originalidad sería justo vencedor de esa imaginaria competición.
El grupo se forma en 2002 y ese mismo año ve la luz su primer disco ("Touta"), publicado por S.M.D. Records, y que aún no he tenido la ocasión de escuchar, aunque lo haré pronto. Posteriormente, se producirían cambios en la formación, entrando el bajista de Corrupted y abandonando los dos miembros de la banda australiana Dad They Broke Me, que habían tomado parte en la grabación del primer álbum. Es en abril de este mismo año cuando sale a la calle su primer disco largo, "Akai Yami".
Entonces, ¿qué tiene de novedoso este álbum que justifique el primer párrafo de esta reseña?
El hecho de que fusionen con éxito el sludge y el doom con la música tradicional japonesa tiene que ver con eso, ya que les convierte en una banda bizarra y poco convencional dentro de la escena metálica. Esa combinación, que escrita sobre el papel resulta atractiva, se convierte en aplastante y excitante cuando se reproduce en disco compacto. "Akai Yami" son sólo tres canciones, pero como mandan los cánones del doom, dos de ellas duran 18 y 20 minutos. La pista restante, 'Jyodo', es una pequeña introducción de poco más de 2 minutos de música folclórica ambiental nipona. El segundo tema, homónimo, se abre también de la misma manera, usando elementos tradicionales (percusión, cuerda, voces) de forma pausada y sostenida. Sin embargo, transcurridos cinco minutos, se produce la erupción espontánea de la demoledora percusión, que pronto se adueña del espacio a base de machacar una y otra vez esos permanentes ritmos perturbados. Baste para ilustrar este sonido pesado y machacón el hecho de que en "Akai Yami" suena guitarra, no un bajo sino dos y tres (!) baterías tocando a la vez, además de los desgarrados alaridos vocales. Teniendo esto en mente, uno puede llegar a formarse en la cabeza una ligera idea de la magnitud de tan apabullante despliegue. Por supuesto, dentro de esta pesada masa de sludge/doom es la percusión la que se apodera del rol protagonista, relegando a los demás instrumentos el papel de engrosar más aún el sonido. "Kairai" no difiere demasiado y sigue esa línea de doom desquiciado y tribal, desesperadamente pesado y bizarro. Los cambios de ritmo se suceden de forma continua igual que lo hacían en en la pista anterior, y tanto batería como percusionistas alteran constantemente la estructura, la velocidad y la frecuencia, mientras la voz escupe agónicos alaridos en japonés. Los momentos más densos y pesados se suceden exitosamente con otros de atmósfera más distendida dominados por instrumentos acústicos o incluso por el llanto de un bebé.
En conjunto, "Akai Yami" es extraordinario por varias razones. Por un lado, es enormemente heterogéneo y fluye con asombrosa facilidad. Sus dos pistas son largas pero muy dinámicas y cambiantes, repletas de giros y cambios bruscos de velocidad e intensidad, llevándoles de pasajes repetitivos o pausados a otros caóticos y desquiciados. Virtud que les separa de multitud de bandas doom, frecuentemente espartanas y muy proclives al adormecimiento. Por otra parte, su baza más importante, la fusión coherente y acertada del metal más pesado y denso con rasgos característicos del folclore y la música tradicional japonesa, que añade de forma natural la inclusión de extraños instrumentos autóctonos. En suma, una serie de cualidades que dan como resultado una muy recomendable propuesta musical: pesada y brutal, camaleónica y caótica, y ciertamente novedosa.
Por ahí ya andan calificando a "Akai Yami" como uno de los mejores discos de metal del 2008 y desde luego no andan desencaminados. Por crudeza, salvajismo y originalidad sería justo vencedor de esa imaginaria competición.
myspace
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